ANATEMA


“Ser en medio de la locura. Un hombre asfixiado en un hospicio simbólico se somete a un doble encierro: el que proviene de la represión exterior y el que determina su extraña personalidad. ANATEMA instala un discurso estético de gran exigencia, donde autor, director e intérprete nos imponen una propuesta de despiadada e inusitada belleza. El personaje manifiesta “no ser” como inapelable condición de su existencia. Un reflejo de esta actitud lo aproxima a “la nada” original, al extravío de su condición sexual y a una suerte de existencialismo andrógino que le permite desarrollar un humor ácido y de desopilantes características.”

Ficha Técnica

autor
Carlos Carrique

con
Omar Lopardo

escenografía y vestuario
Jorgelina Herrero Pons
diseño espacio sonoro
Mangone / Valsecchi
diseño espacio lumínico
Herrero Pons / Mangone

producción ejecutiva
Silvia Arias
producción artística
Carlos Valsecchi

asistencia de dirección
Guillermo Lopez de Bock

Puesta en escena y dirección
Marcelo Mangone

Critica de Alberto Peyrano - El Astrolabio


Se estrenó en el Teatro IFT de Buenos Aires, la obra “ANATEMA”, de Carlos Carrique, interpretada por Omar Lopardo y dirigida por Marcelo Mangone. “ANATEMA” presenta un mundo estético de gran exigencia, donde el autor, el director y el actor imponen una propuesta de despiadada e inusitada belleza.
Cuando la alienación y la locura ganan la escena, la misma se instala en cada espectador y el lenguaje emitido no resulta extraño, surge una comunión de almas entre la problemática expuesta y la historia personal de cada uno.“Yo no soy Berlioz” es el mensaje inicial del protagonista, apelando a lo que él no es, pero está claro para todos que lo que no es resulta siendo, aunque ello emerja de un conglomerado de personajes conjuntos dentro del personaje.Y tal vez por aquello de defenderse del afuera a través de otras identidades que lo salvaguardan, aunque ellas no sean lógicas con la de quien nos habla, resulte en la ganancia de una cuota de seguridad porque “las cosas, para los que no somos algo determinado, son muy claras”.Se apela así a una multiplicidad del yo, recurso que puede rescatar al ser de la soledad, que es lo más parecido a la nada y donde no cabría sentido alguno para existir.Con el blanco como único color, fusión de todos los colores del espectro, blanco en la escena y blanco en las ropas del protagonista, se traducen así la inmensidad de cargas internas expresadas al unísono en un único discurso que tiene incontables lecturas.El actor Omar Lopardo, llevado de la mano del director Marcelo Mangone, han logrado un capolavoro digno de los más preciados galardones. La entrega que Mangone ha hecho al personaje es admirable y recibimos de él una estupenda lección actoral que no nos permite respiro y salimos con la convicción de que el Arte Escénico con todas sus galas se ha hecho presente en la sala.Dinámica, audaz, sin preconceptos, desnuda y despojada, la puesta de Mangone es digna de aplausos e imperdible.